Darle vueltas y vueltas a lo que pasó no tiene por qué ser útil. Reflexionar, realmente, es una herramienta muy poderosa para afrontar los problemas, extraer enseñanzas o reconducir nuestra vida. No obstante, en muchas ocasiones, ante un acontecimiento negativo parece que nuestro pensamiento entra en bucle y no alcanza ningún tipo de solución. En este caso no estamos reflexionando, estamos rumiando.
La rumiación es un estilo de pensamiento que se caracteriza por analizar una y otra vez aspectos o hechos del pasado. En el Valle de Los Pedroches sabemos que las vacas regurgitan el pasto engullido para volver a masticarlo, igualmente en la rumiación cognitiva la persona vuelve a “masticar” una y otra vez eventos ya pasados. A diferencia de la reflexión, la persona ansiosa rumia el pensamiento sin orientarse a soluciones, lo percibe como intrusivo o automático y, además, es fácil que llegue a conclusiones abstractas y muy negativas que la paralizan, la aíslan y la entristecen.
Imaginemos una persona que ha tenido una ruptura amorosa y comienza a rumiar que fue culpa suya, que tiene defectos que la hacen despreciable, que no sabe si se va a recuperar, que se va a quedar solo mientras la otra parte tiene una vida feliz. Esta persona se auto conducirá a la tristeza, a la desconexión social y a dejar de intentar buscar otra relación. De esta manera, los pensamientos se convertirán en una profecía autocumplida ya que así la persona tendrá menos éxito en sus relaciones interpersonales.
En procesos de ansiedad como la ansiedad social o trastorno por estrés postraumático o el trastorno de ansiedad generalizada es habitual que nos encontremos que este estilo de pensamiento domina a la persona.
1.- Normaliza cierto malestar: la ansiedad es una experiencia humana normal. Es natural que tengamos algunos pensamientos intrusivos. Hay que aprender a desdramatizar las experiencias de sufrimiento y a normalizar cierto malestar.
2.- Identifica los disparadores: tomar conciencia de qué comportamientos, estímulos, actividades o ideas disparan la rumiación, nos ayudará a manejar nuestro estilo de pensamiento. Si descubro que, por ejemplo, al revisar las redes sociales, se inician esos pensamientos (por un proceso de comparación social) puede ser que tenga que poner algo de salud digital en mis hábitos, distanciándome un poco de las redes sociales.
3.- Escribe lo que piensas: cuando redactamos nuestros pensamientos, detenemos el bucle, ordenamos y concretamos las ideas. Esto nos ayudará a gestionar mejor este tipo de intrusos descubriendo cómo nos infectan estas ideas repetitivas.
4.- Replantea las preguntas: Una cuestión clave en la rumiación es darle vueltas al por qué. ¿Por qué me dejó? ¿Por qué soy así? ¿Por qué me salió tan mal? Reenfocar la pregunta hacia el ¿Qué tengo que hacer? o ¿Cómo puedo afrontarlo? Me puede ayudar a focalizarme más en la solución que en el análisis del problema.
5.- Haz algo de deporte: aunque es sabido que no todo se arregla con el deporte, practicar alguna actividad física de manera frecuente y moderada ayuda a canalizar todo el cortisol que acumulamos por las tensiones cotidianas.
6.- Rebate tus propias ideas: tratar de rebatir la evidencia de los pensamientos dañinos y sustituirlos por otros alternativos más sanos es una estrategia muy efectiva, pero no resulta sencilla. Por eso, tal vez, para esto necesitamos el acompañamiento de un terapeuta.
En cualquier caso, si piensas que necesitas ayuda, no te recomiendo que le des muchas vueltas. Siempre puedes pedir ayuda a un profesional. Recuerda que el primer paso para cambiar algo es aceptarlo.